Translation

Sunday, July 29, 2012

El lenguaje didáctico del dibujo: Mingote y la Moda

Normalmente se habla con palabras, con los sonidos que salen de nuestra garganta para producir frases con entonaciones, ritmos y ondulaciones específicas. Existen también otras formas comunes de comunicarnos, como con gestos o con el lenguaje corporal, el  llamado lenguaje no verbal. Mingote conocía otro lenguaje más, que es el de los dibujos. Su lenguaje era plástico, representaciones de muchas ideas juntas en unos trazos con sentido figurativo, en proporciones magistrales de técnica-contenido y con significado y sentir humorístico que todos podían entender y que aunaba las emociones. Manteniendo el humor aún después de ver el lado más amargo, cruel y estúpido del ser humano durante la Guerra, como ejercicio mental para seguir sonriendo y no perder la vitalidad que tenemos para hacer del mundo un lugar soportable. Por eso fue un Maestro, porque supo cómo expresarse para instruir deleitando y explicarnos las complejidades de la realidad de manera sencilla.
Fig. 1 Moda en Egipto.


En su libro “Historia del Traje” hace una esmerada y detallada recopilación del vestir a través del tiempo y por todas las épocas, desde lo más arcaico y las primeras civilizaciones (Babilonia), hasta nuestros días, pasando por Persas, Egipcios (fig. 1), Hebreos, Cretenses, Fenicios, Griegos, Etruscos, Romanos, Bárbaros, comentado también estilos artísticos con influencia en el vestir como el Románico, el Gótico, el Renacimiento y saltando a otros continentes transoceánicos, con los Pieles Rojas, los Mayas, Aztecas e Incas y también los Orientales y los Árabes. Después, en mayor detalle, a partir de la Ilustración los dibujos se hacen más abundantes y descriptivos, dado que la Moda (o le Mode) empezaba a tener significado en aquellos días y así sucede para el Romanticismo, la Belle Epoque, y el Neorrealismo tras la II Guerra Mundial. 
Un delicioso recorrido por la simbología y sentido estético y práctico que ha tenido en la historia del ser humano el elegir la indumentaria de cada día. Y la sonrisa como acompañante del camino, como reflejo natural de los traviesos dibujos y comentarios de Mingote, que se transforma en amplia y sana risa de vez en cuando y de la mano de este dibujante de mente clara y diáfana, capaz de abarcar y transmitir el significado complejo de la realidad, despertando las risas más infantiles que aún duermen en nosotros, de manera sencilla. Porque como él mismo aclara, la moda es sólo un espejismo donde no hay disparates, hasta que se pasan de moda.

Fig. 2. Creatividad germana en la “cornamenta”.
Así, por ejemplo, y como si se hubieran leído tratados y tratados de moda, pues una se entera en un momento de que la idea del pantalón la tuvieron los Persas, ya que fueron los primeros en llevar algo parecido que eran faldas que separaban las piernas con una cinta enganchada a la cintura, como un pañal. También que los Egipcios barbilampiños solían llevar barbas postizas atadas en la nuca para resaltar su virilidad. Que los Hebreos usaban el Efod, con doce piedras decorándolo y representando los pueblos de Israel. También que el color púrpura en los tejidos fue originario de los Fenicios, que obtenían de los moluscos y de los líquenes, como la orchilla, con el que podían teñir directamente sin fijador la lana y la seda, cuando ésta se encontró en los gusanos de seda chinos en el siglo VI. Por cierto, las Islas Canarias eran conocidas como las “Islas púrpuras” ya que tenían abundancia de estos líquenes, además de tener la hora menos “autóctona”, claro. Otra curiosa información que se extrae de este maravilloso tratado de la Moda es que los Griegos llevaban la túnica-vestido, llamada quitón, que cubrían con una toga liada y sujeta por los brazos, llamada himatión. Cuando no llevaban la túnica-vestido, sino sólo el himatión, y por las maravillas del idioma, se llama entonces aquitón (sin túnica-vestido). Luego los romanos tendrán parecida vestimenta. Como anéctoda destacar que el autor afirma que fueron los Griegos los que pusieron de manifiesto la disyuntiva entre las mujeres de estilo dórico (de porte severo y aristocrático) y de estilo jónico (de carácter flexible y simpático). Disyuntiva que, por otro lado, ha motivado e inspirado a la moda durante bastante siglos posteriormente si es que aún no lo hace. Después de los Griegos y del Imperio Romano, los Bárbaros desplegarían su creatividad y expresividad en los cascos que llevaban (figs. 2 y 3).
Fig. 3. Los rubios europeos


Al otro lado del océano, nos cuenta el gran Mingote, que también había moda y arte. Los Aztecas tenían a la diosa Ixchel, cuyos ámbitos de actuación eran el amor, la gestación, los trabajos textiles, la luna y la medicina (curiosa mezcla de especialidades, aunque claro, es comprensible ya, que era una Diosa). En la cultura Maya también hubo creatividad y colorido y las ropas se unían por las puntas del tejido, haciendo nudos, puesto que no conocían los botones ni otro tipo de conectores entre tejidos. Los Incas inventaron el poncho, prenda que aún hoy se utiliza en coloridas mezclas de lana recia de yak. En las culturas emergentes y exuberantes de estos días, como la Oriental y Árabe, la moda podía suponerse como una distracción que no merecía tener cabida en la dulce existencia ya que podría perturbarla. Aunque claro, si hay competitividad en la selección sexual, habrá moda. Por eso, según nos explica el gran Mingote, en los harenes árabes, las mujeres se criticaban los vestidos unas a otras, incitando así la mejora estética, ya que el marido era común y aburriría el criticarlo.
Y así, avanzando, avanzando, se llegó hasta el 1650, cuando la palabra le Mode empezó a usarse en Francia, ya que las grandes firmas de sastrería, semilla de la Moda, empezaron a surgir en este período. Época en la que los hombres se adornaban ampliamente y las mujeres se abrieron los escotes y empezaron a llevar el coifferus a la fontange. Esta peinado consistía en un recogido alto, construido encima de una almohadilla con alambres y usando el pelo en amplios rizos a veces cubierto con una cofia almidonada. Esta moda fue iniciada por la Duquesa de Fontange, Marie Angélique, que se decía de ella que era “bella como un ángel y más vacía que un cesto”. Aunque citando al propio Mingote, es ingenuidad atribuir el esplendor de la mujer guapa a la moda.
Entonces, nos cuenta Mingote, llegó la Ilustración y la moda adquirió términos “razonables”, ya que se perseguía la felicidad universal. La Revolución francesa impuso un nuevo estilo de vestir, en el que dar impresión sencilla y llana era lo prioritario para pasar desapercibido y poder sobrevivir. En aquellos días se comenzó a entender que la elegancia no se puede dejar únicamente en manos del sastre (fig. 4).
Fig. 4. Viuda nostálgica y traje-cortina.

Llegó entonces el Romanticismo y las mujeres recuperaron la cintura. En aquella época estaba bien considerado llorar en público al presenciar alguna expresión artística melancólica, como una pieza al piano de Chopin, ya que el llanto se interpretaba como signo de distinción y sensibilidad. También en aquellos días los hombres decidieron expresar sus ideas revolucionarias mediante sus barbas, y cuanto más descuidadas estaban, más revolucionarios eran.
A principios del siglo XIX, durante los dorados años de la Belle Epoque y la era de las tres gracias, que menciona Mingote (asepsia, anestesia y antisepsia), los nombres de famosos diseñadores empezaron a ser oídos, como el del inglés Charles Frederick Worth, que abrió su propia firma en el año 1858, dominando la moda parisina.
El siguiente salto en la moda sería ya al siglo posterior y los años 20. Período del Cubismo, que Mingote define como el fenómeno de la desaparición del busto y las caderas de las mujeres durante los años 20. Lo que él llamo “las mujeres espárrago”, que ocultaban todas las curvas y enseñaban sólo las pantorrillas (fig. 5). Entonces, llegó la terrible II Guerra Mundial y todo cambió. Las mujeres se empeñaron en lucir hombros anchos y caderas estrechas, lo cual era una atrocidad, explica Mingote y los hombres se morían luchando. Y el Neorrealismo surgió después.
Fig. 5.- Belle epoque sin curvas.

Como final del libro, el autor nos explica acerca de las tendencias de la moda actual (que eran los años 1960) y de los movimientos que existían para dejar el final abierto, explicando que el fluir de la moda seguirá y seguirá, per secula seculorum. Como su obra y sus dibujos, porque cuando una moda traspasa las fronteras del tiempo es cuando aparece la palabra genialidad.
Así, este autor nos deleita enseñándonos los principios básicos de la moda, citando sus palabras, para ayudar al lector y al investigador que, ya enfrentado, tenga dificultades en el manejo de materia tan frágil, inestable y ambigua. Triste pérdida la nuestra. Donde quiera que estés, Mingote, gracias Maestro, porque tu grandeza permanecerá con nosotros.

 Alicia García Falgueras
-          Mingote, Antonio (Mayo, 1963) Historia del Traje. Ed. MYR Ediciones.

No comments:

Post a Comment